mayo 3, 2024

Dólar sin control, presidente errático, vice desaparecida

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En medio del turbulento presente hay unas pocas certezas. Pero por lo menos hay dos: el gobierno tiene un problema de dólares y los problemas de dólares se arreglan con dólares.

Eso pensó Silvina Batakis cuando barajó la idea de crear un dólar “temporario” para pagar a los sojeros que retienen las liquidaciones. La idea trascendió el jueves desde el gobierno. Significaba en los hechos una devaluación “sui generis”: para beneficio de un sector determinado por un período determinado a cambio de que ese sector soltara los dólares que retienen sus integrantes. Era una capitulación política para alivio de las reservas del Banco Central.

La idea duró menos de 24 horas. Al día siguiente el presidente declaró que iba a enfrentar “a los que especulan y a los que guardan 20 mil millones de dólares en el campo” y los amenazó: “Sepan, los que me quieren torcer el brazo, que no me lo van a torcer”.

Esa retórica bravucona, sin embargo, no intimida a nadie, porque proviene de la misma persona que le declaró la “guerra” a la inflación con los resultados a la vista. Alguien privado de autoridad por sus propios errores y por el disciplinamiento que le aplicó la vice.

El episodio de todas maneras resulta didáctico porque revela dos cosas: la desorientación de un jefe de Estado sujeto a cualquier viento que da con frecuencia un paso adelante seguido dos para atrás y su temor al sector de la vice que comenzó a rugir apenas entrevió la posibilidad de una rendición ante sus archienemigos, los productores rurales.

No sólo la sequía de dólares y la superabundancia de pesos están en la base de la corrida cambiaria. También, la falta de conducción presidencial que impide pensar en una salida efectiva. A lo que hay que agregar que después de una señal inicial de apoyo a Batakis, Cristina Kirchner volvió a ocultarse en el primer piso del Senado. Su silencio público es un mensaje claro de distanciamiento.

El desastre económico causado por la interna política del Frente de Todos puede cuantificarse perfectamente: en el último día de Martín Guzmán en Economía, el 1° de julio, el dólar blue cotizaba a 239 pesos, El día en que se hizo cargo Batakis, 4 de julio, estaba a 260. El viernes 22 de julio pasó los 340 y el riesgo país anduvo por los 3 mil puntos. Un dólar de desastre: trepó 100 pesos en veinte días.

La interna y la corrida se retroalimentaron sin parar. La brecha entre el dólar oficial y el real llegó al 150% y en lo que va del mes el Banco Central tuvo que vender cerca de mil millones de dólares de las reservas. Esto no se arregla con los dólares que puedan venderle los turistas al Estado, sino con un monumental ajuste fiscal y cambiario que Batakis no está en condiciones de aplicar.

Tampoco se arregla con declaraciones como la de la ministra de que el mercado del “blue” es marginal, porque esa cotización define las expectativas de todos los operadores. Su impacto en la inflación es directo y aumenta la velocidad de circulación de los pesos que nadie quiere retener.

Las desventuras que la ministra padeció en las últimas dos semanas están aislando cada día más al presidente, que sobreactúa su subordinación a Cristina Kirchner y pierde aliados. Por ejemplo, los gremialistas.

Durante la semana se reunió el consejo directivo de la CGT. En el encuentro quedó a la vista la fractura del gremialismo. Los sindicalistas estatales y los privados kirchneristas como el bancario Sergio Palazzo quieren que la movilización del próximo 17 de agosto se convierta en un “escrache” a los “especuladores” que según ellos alimentan la inflación. Quieren marchar hacia la UIA y AEA.

Los “gordos”, en cambio, con Daer a la cabeza, quieren que la marcha vaya hacia el Congreso para que los políticos queden en el foco de los cuestionamientos y sean identificados como responsables directos de la crisis. La idea es que también las críticas salpiquen a la oposición que se ha mantenido a distancia de las turbulencias de las últimas semanas.

Sin embargo, cuando el aparato sindical llegue al Parlamento, acampará bajo las ventanas de la presidenta del Senado y el presidente de la Cámara de Diputados, dos de las tres cabezas de la coalición gobernante. Desde el otro extremo de la Avenida de Mayo, Fernández disfrutará, si se da, del espectáculo. De allí que los sindicatos alineados con la vice apunten a los empresarios.

En medio de esta anarquía una parte del entorno presidencial lanzó la idea de un acuerdo con la oposición. Duró poco; fue rechazada por la oposición y por el kirchnerismo (ver Visto y Oído).

Aunque no lo admitan de manera pública muchos seguidores de la vice creen que la derrota en 2023 es irreversible y que la única estrategia sensata es la de replegarse para que del ajuste se haga cargo el que venga.