mayo 9, 2024

Las disputas de poder movilizan al gobierno y a la oposición

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La crisis desarticuló al oficialismo en tres sectores (CFK, Alberto y Massa) cada uno con su propia agenda, mientras Macri y Rodríguez Larreta se enfrentan por el liderazgo opositor.

A falta de plan para la crisis el gobierno aplica una estrategia de dos componentes: en materia económica recurre a parches cuando alguna variable se desmadra. Llama a eso “plan llegar”. Sergio Massa cree que por ese camino eludirá una devaluación brusca.

En materia política, los tres miembros del triunvirato desarrollan una especie de minué en el que se oponen unos a otros, pero sin llegar a la confrontación directa. Se mandan mensajes por los medios y pulsean de cara a las elecciones del año próximo. Cada uno trabaja para su propia salvación.

Un detalle de este cuadro general pudo verse el miércoles último en el Salón Azul del Senado. Allí se presentó el equipo económico liderado por el viceministro Gabriel Rubinstein para explicar el presupuesto 2023.

Sergio Massa no concurrió, porque no podía avalar la andanada que Rubinstein lanzó contra la política económica del kirchnerismo, el famoso modelo K, a pocos metros del despacho de Cristina Kirchner. Una crítica desafiante al “relato” en el reino indiscutido de la vice, en la cueva del dragón.

¿Qué dijo Rubinstein? Que los políticos (los kirchneristas en realidad, “ce pluriel c´est bien singulier”) debían reconocer el error cometido al abandonar el orden fiscal de superavits gemelos heredados de Duhalde en 2003. También que la inflación es un fenómeno monetario ligado a la emisión excesiva con demanda de dinero en retracción y que la disciplina fiscal no es recesiva. Mientras hubo orden fiscal en tiempos de Roberto Lavagna, de quien Rubinstein fue funcionario, la economía crecía a tasas chinas.

El kirchnerismo de la comisión de Presupuesto y Hacienda se tragó la herejía sin responder y la oposición quedó tan fuera de juego que también prefirió optar por el silencio. Martín Losteau faltó a la cita. Como Massa.

De la aplanadora expositiva del viceministro pudieron ser extraídas sin arbitrariedad varias conclusiones: que Massa rechaza el modelo “K”, que no aplica un plan de estabilización ortodoxo porque el costo sería mucho mayor que el de la actual deriva y que si es candidato en 2023 su programa sería la antítesis del “modelo” populista.

Su apuesta es a un futuro utópico, apoyado en una lectura del pasado que es exactamente la opuesta a la de su actual socia política. Paradojas de un revisionismo acomodaticio; posicionamientos de campaña.

En contra de su posible candidatura han comenzado a aparecer, sin embargo, algunos nubarrones en el horizonte. La realidad no entiende de relatos. La inflación no cede, la renovación de las leliqs genera incertidumbre y la pérdida de reservas se acelera. En el “círculo rojo” Massa es visto cada vez con mayor reserva.

Alberto Fernández, en tanto, para no desintegrarse políticamente necesita el espejismo de una reelección, aunque sea imposible. Y en esa situación extrema parece haber encontrado con casi tres años de demora su lugar en el gobierno. Presidente sin autoridad, carácter, ni ideas, comprendió que la manera de hacerse oír consistía en aplicar el único poder que le queda: el de veto. Por eso amenaza obstaculizar la eliminación de las PASO, el objetivo de la vice que insiste en hacer uso pleno de la lapicera de definir candidaturas.

Se esperaba que Cristina Kirchner le aplicara un correctivo anteayer en la UOM, pero eso no ocurrió. Después de dos meses de silencio la vice volvió con un discurso errático, encerrado en el pasado, pero un pasado distinto al de Rubinstein/Massa. Un pasado también utópico, pero a la vez un paraíso perdido en el que sólo cree por ahora el camporismo. ¿Qué otra cosa podía hacer?

La vice alabó su ya lejana gestión, culpó de la crisis actual a Mauricio Macri e intentó ignorar a Alberto Fernández. Sorprendentemente al mismo tiempo justificó el haberlo hecho presidente. En suma, un discurso deshilvanado y fuera de la apremiante realidad de la crisis.

El futuro de la vice está en el ayer, una mala idea de campaña, si es que va a ser candidata como propalan sus incondicionales. Para justificar esa idea agitó unos cuadros estadísticos ante el desconcierto de los muchachos de la UOM que habían ido a oír consignas y darle al bombo. Una mezcla de desubicación y signos de agotamiento.

La oposición, por su parte, atraviesa por una etapa de mayor confusión todavía. Horacio Rodríguez Larreta no tiene como CFK un adversario externo, sino interno: Mauricio Macri. La disputa no es tampoco por las candidaturas, sino por el liderazgo opositor (por ahora). Sus aliados tampoco son de su partido, el PRO, sino de la UCR; socios por lo menos dudosos como Morales o Losteau. Y, por último, lucha por el poder contra otros dirigentes, pero no contra el “statu quo” que es la causa raigal de la crisis. Difícilmente pueda así representar una salida en medio del desaliento generalizado.