El Día del Periodista es todos los días y es casi nunca.
No debería ser celebrado luego de la destrucción masiva que sufrió el oficio tras 12 años de Gobierno kirchnerista, 4 años de macrismo y 4 más de kirchnerismo. Unos por intolerantes y los otros por apretadores.
La democracia argentina se acerca cada vez más a la matriz genética que dejó instalada el nefasto dictador Jorge Rafael Videla.
Durante el kirchnerismo hubo casos de censura en todo el país: que nadie olvide que todo sucedió en democracia.
Durante el macrismo hubo aprietes y discriminación con las pautas oficiales, como un método de ahogo a los medios independientes.
En casi 40 años de democracia criolla, el periodismo fue ensalzado, puesto en relieve, luego sospechado y finalmente vapuleado. Este no es un fenómeno aislado, es algo que aconteció en todos los ámbitos de la sociedad.
Ocurrió con la Justicia, la política, el sindicalismo, el empresariado y el Poder Legislativo y, como toda generalización, terminó por agotar el debate y someterlo a un estado de superficialidad banal que nunca profundizó en la raíz del problema nacional: la corrupción, la indiferencia anestesiada del ciudadano y la manipulación del humor social.
El periodismo viene perdiendo terreno desde hace años, cuando la pauta de Gobierno modificó voluntades, opiniones y actitudes del oficio. No está mal tener pauta, pues los medios grandes y chicos viven de avisadores privados y públicos. Viven de vender espacios publicitarios.
Lo que sí está mal y es lamentable, es que se oculte información y se compren voluntades con Pauta Oficial, plata que el Estado paga a medios y programas. En este caso, ambas partes estarían obrando mal. El que se deja comprar la voluntad de informar y quien la compra.
Hay virtudes que no son canjeables. Es lo que deberían comprender funcionarios, diputados, intendentes, jueces, gremialistas, figuras públicas y empresarios. Si alguien roba, hay que dejarlo al descubierto. La sociedad pide a gritos que hagamos eso. Si alguien viola la ley, hay que dar a conocer el episodio. Ése es nuestro trabajo.
Con nuestro oficio deberíamos aportar elementos para construir una sociedad más transparente y una democracia sólida y vigorosa.
Pero por ahora poco se ha visto, porque lo poco que el periodismo ha logrado sacar a la luz, luego ha sido oscurecido por la Justicia y el Poder Político, que intentan casi siempre esconder la decadencia putrefacta y cómplice en la que caímos los argentinos y argentinas.
Por todo lo enumerado en esta rudimentaria nota, no es baladí explicar que el periodismo es casi nunca. Al menos por ahora.
Así nos va.
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