mayo 17, 2024

La crisis del modelo económico polariza el escenario electoral

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Macri y CFK ganan protagonismo, porque el conflicto es entre modelos antagónicos y ellos son los que mejor los representan. Comparten también el mismo obstáculo: la alta imagen negativa

Con el discurso en el Chaco una semana atrás Cristina Kirchner puso en marcha la campaña 2023. La decisión puede parecer prematura, pero no lo es porque parte en desventaja y necesitará apretar el paso para recuperar el terreno perdido por la mala gestión de Alberto Fernández, la crisis económica, el deterioro social y el malhumor del electorado propio (ver Visto y Oído).

El “modelo” que mantuvo en el poder al kirchnerismo en las últimas dos décadas de duplicación del gasto público y asistencialismo clientelar imposible de financiar con recursos genuinos ha deteriorado hasta tal punto los “fundamentals” de la economía que su colapso no parece lejano. La inflación sin control es apenas el síntoma de un régimen que se venezueliza. La experiencia histórica demuestra que la desaparición de la moneda va acompañada habitualmente de finales de ciclo.

Pero ni la vice tiene otro modelo que el que heredó de su difunto marido, ni tampoco hay nadie que represente más cabalmente al populismo. Por eso ni un solo dirigente peronista está en condiciones de disputarle el poder en ese espacio y los jefes provinciales permanecen refugiados en sus distritos. Nadie asoma con un proyecto propio.

En la oposición la magnitud de la crisis ha generado un fenómeno en espejo. La debacle populista exige un cambio de 180° y el que mejor lo representa sigue siendo Mauricio Macri. Quien se creía sucesor natural, Horacio Rodríguez Larreta, es un burócrata de la política y un gestor eficaz. Es también un devoto del ejercicio transaccional del poder. De la rosca. Pero los intereses de los políticos están cada vez más alejados de los de la sociedad. El fenómeno Milei dice eso a quien quiera oírlo.

Una cosa es el personaje extravagante y otra la búsqueda social de una salida que la dirigencia partidaria no ofrece. No hay insatisfacción con la democracia, sino con los políticos. Por eso el jefe de gobierno porteño, un político de profesión, despierta desconfianza entre el 40% que exige un cambio y es capaz de votar a Macri hasta en las circunstancias más adversas.

Tanto Macri como Cristina Kirchner han ganado centralidad en las últimas semanas (la vice más que el ex presidente), aunque ambos comparten un problema: una alta imagen negativa que les bloquea la candidatura. Pero la crisis está emparejando a toda la dirigencia; la insatisfacción nivela. Por eso ambos son pacientes y no descartan competir el año que viene.

La vice tiene un problema adicional: Alberto Fernández. No sólo por la gestión, sino porque el presidente quiere opinar sobre su sucesión. Habla de reelección, pero lo que más la irrita es que habla de internas abiertas; de quitarle la lapicera a la que lo ungió con un simple tuit. El plan de demolición de la Cámpora y de la propia vice apunta a convencer a Fernández de que deje de jugar con fuego.

Pero con sus ataques la vice ha conseguido otro objetivo; que se la identifique como opositora. A eso colaboró Fernández mandando a Martín Guzmán a impugnar el modelo K. El ministro fustigó el déficit, la emisión y las tarifas demagógicas que son el corazón de la economía de los últimos 20 años. Después puso en marcha un mini plan platita para calmar a piqueteros y jubilados, pero lo que queda es lo que dijo y eso ubica a CFK en el terreno de la oposición.

A medida que se acerca el año electoral y la crisis se ahonda ese terreno está cada vez más disputado. La vice va por la intrusión, pero Mauricio Macri cree que lo tiene escriturado y reclama derechos. En esto último le presta una ayuda inapreciable Javier Milei. El ex presidente agita su fantasma en la interna y la amenaza de que se quede con buena parte del electorado de Juntos por el Cambio si continua la “transa” de los radicales con el gobierno.

Macri, al que Rodríguez Larreta, Vidal y Carrió querían jubilar el año pasado marcó la cancha con varias definiciones en los últimos días: la unidad por la unidad no sirve, no hay que votar con los radicales proyectos que aumenten impuestos y somos el cambio o no somos nada.

Rodríguez Larreta que vio venir a Miles, porque sus encuestadores le avisaron hace ya varios meses de su crecimiento, sabe ahora también que está estancado en todas las mediciones. Pero ante la incertidumbre de la eventual candidatura de Macri juega a desafiarlo en unas PASO. Como dijo Emilio Monzó, alguien insospechado de macrista, al ex presidente es muy difícil ganarle una interna. El plano se ha puesto tan inclinado hacia Macri que hasta Patricia Bullrich entró en silencio de radio.

En resumen, el fracaso de Alberto Fernández ha puesto en marcha a la oposición interna y externa del gobierno. Ambas ven adelantarse los tiempos electorales, y que la crisis ha polarizado las opciones. Ese escenario es el que mejor les sienta al ex presidente y a la jefa de la Cámpora.